NI POR FAMA, ni por gloria. Fue por la crisis. Ahora, Juanpe Gómez no tiene muy claro qué hacer con su premio millonario. Pero vive tranquilo. Se quedó sin trabajo como operador de grúa, su profesión, en 2009. Hizo de figurante en alguna serie y en un concurso. Y le picó el gusanillo. Pero no para seguir saliendo en la tele y ganar unos euros, sino para buscar una “salida a la crisis”. Comenzó a prepararse para participar en Pasapalabra, un concurso de cultura general que ha llegado a tener una audiencia del 26% en televisión. “Lo afronté como si fuera una oposición”. Siempre le había gustado leer, pero ahora se trataba de estudiar. Su material de trabajo fue, fundamentalmente, una versión reducida, que conserva casi deshecha, del diccionario de la RAE y el de uso de María Moliner. “También repasaba enciclopedias y estaba al tanto de la actualidad”. Es menudo e inquieto, y se emociona cuando recuerda cómo apuntaba apellidos “raros” de premios Planeta, de los Nobel y de los candidatos a unas elecciones que se iban a celebrar en Perú. Acabó ganando 1,6 millones de euros. Superó la crisis.
Juanpe Gómez estaba en el paro: “Lo afronté como una oposición”. Ganó 1,6 millones
Los ganadores más célebres de los concursos culturales más destacados de la televisión no serán los más listos, pero sí los más preparados. Estudiaron antes de ponerse ante las cámaras. Algunos, durante años. Concienzudamente. Con horarios y metodología estricta. Y son muchos los que aseguran que este tipo de programas se ha profesionalizado.
Como Juanpe Gómez, Paz Herrera y Antonio Ruiz, que ganaron premios de más de un millón de euros en Pasapalabra, el concurso que presenta Christian Gálvez en Telecinco. “Hay que restarle la retención de Hacienda”, aclaran. Entre el 19% y el 45%, según los premios. En su caso, el máximo. Todos ellos se prepararon. Apuntaron compulsivamente palabras que leían u oían y de las que buscaban su definición exacta con el fin de superar la última de las pruebas: el rosco, 25 definiciones que contienen en su respuesta una determinada letra del abecedario y a las que hay que contestar en un tiempo récord.
Hasta llegar ahí, recuerdan, vivieron los nervios de la inscripción, a la que muchas veces no se contesta en meses, y los castings. Primero por teléfono y luego presenciales. Ya después, los focos de un plató con colores intensos. La vuelta al estudio en el que se graba Pasapalabra para un encuentro con El País Semanal es un festival de abrazos, besos y saludos a todos los empleados del programa que les vieron sufrir durante los meses que estuvieron participando. Cada jornada superada, aun sin completar el rosco, era una posibilidad de lograr el premio millonario. Presentador, regidores, cámaras, limpiadoras. A todos les llaman por su nombre y, en algunos casos, repasan acontecimientos familiares. Ninguno parece millonario, aunque hablan de posibles inversiones cuando se quedan a solas. Y los tres se paralizan cuando empiezan a oír las definiciones del presentador a la espera de la respuesta del concursante del programa que se está grabando. No pueden evitar contestar en voz baja. Aunque su motivación fuera otra, les gusta concursar tanto como a los espectadores ver concursos como Pasapalabra o Boom, que emite Antena 3. Ambos tienen audiencias medias de cerca del 20%. El decano de la televisión, Saber y ganar, con cerca de un millón de televidentes, triplica el éxito de la mayoría de los programas de La 2, la cadena en la que se emite, pese a sus 22 años de emisión y a que los premios no son cuantiosos.
Pero los premios que se reparten no están cubiertos ni por la audiencia ni por la publicidad durante su emisión. La mayoría de los concursos pagan una póliza mensual, de manera que es un seguro el que cubre las cuantiosas recompensas económicas.
“Empieza por S. Apellido del autor o compositor de la obra El concierto de los animales, de 1886”. La respuesta, Saint-Saëns, hizo que Paz Herrera, entonces con 54 años, completara el rosco de Pasapalabra y ganara 1,3 millones de euros en 2014.
Tiques de la compra, billetes de autobús y papelitos de citas médicas fueron algunos de los soportes de su material de estudio. La crisis también hizo mella en ella, arquitecta de profesión. “Había poco trabajo y solo tenía que ocuparme de mis plantas y las dejaba bien regadas”, cuenta con una calma opuesta al frenético ritmo de la prueba que le llevó a ser millonaria.
Alega que en su caso le valió la experiencia. Ya había participado en otros concursos de televisión. En Pasapalabra “el premio fue un aliciente”. “Entiendo que se haya profesionalizado. No tienes trabajo o es un trabajo precario, y 1,8 millones de euros no los vas a ganar en toda tu vida laboral. Es como preparar una oposición y el resultado es más fructífero”, justifica. Su “tribunal” se encontraba en Madrid. Ella, en Cantabria, desde donde viajaba todas las semanas como si de un trabajo se tratara, hasta que un día, incluso bromeando, reclamó un contrato laboral de concursante.
Empleos precarios eran los que tenía David Leo, poeta y profesor de español para extranjeros. “No me daban para vivir”. Y menos para hacerse millonario con 27 años, que fue lo que ocurrió. En 2010 empezó a participar en concursos. Unos miles de euros en uno, algo más de 50.000 en otro…, pequeños premios que le sirvieron para ir tirando. Su preparación para Pasapalabra fue una de las más metódicas. Programó un intensivo. Estudió alrededor de cuatro horas diarias. Durante más de dos años. Vio todos los programas emitidos que encontró en Internet, unos 1.200. Un rival le recomendó que fabricara fichas con palabras y definiciones para entrenar y lo hizo clasificándolas por campos semánticos. Creó tablas de Excel con más listas de palabras y de personajes históricos. Estudió con un programa informático que además tiene en cuenta los ciclos de olvido (el tiempo en el que se puede olvidar un concepto no interiorizado). Y no mandó la carta para participar hasta que no estuvo preparado. Acudió al plató desde marzo hasta octubre de 2016, más de 100 programas. “Lo vi como un trabajo por el tiempo que estuve y por la posibilidad de rédito que le podía sacar, pero es indispensable verlo también como un juego porque hay que disfrutar”. Llamó a su madre y a su novia después de cada grabación. Saber que la palabra “ranzón” era la respuesta a “rescate, dinero que se da para redimir a un cautivo” le hizo ganar 1.866.000 euros, el importe más alto entregado por un concurso en la historia de Telecinco. Las bromas de Christian Gálvez no le desconcentraron, incluso las contestó con otras. “Creo que tengo opciones”, dijo cuando solo le quedaban tres palabras por descifrar. No dejó de sonreír. Y sigue haciéndolo. Y dando clases de español. Pero el dinero ya no le preocupa.
“Empieza por J. Apellido del político considerado último líder de la época socialista en Polonia, nombrado jefe de Gobierno en 1981”. Antonio Ruiz heredó parte del material de David Leo. Estudió con algunos de sus cuadernos. Y se llevó 1,1 millones de euros porque sabía que ese político era Jaruzelski. Suplió la falta de trabajo como músico con los concursos. “Fui porque me gustan, pero también por necesidad”. Se preparó durante dos años, “sin un horario concreto, pero me dedicaba a ello”. Una decena de cuadernos con incontables listas de nombres, apellidos y ciudades verifican ese trabajo.
“Es una apuesta interesante”, justifica ante la evidente profesionalización de los participantes. “Nunca es seguro que vayas a ganar. Hay gente que le dedica mucho tiempo, pero es que nos gusta. Es interesante y lo que mejor se te da es lo que mejor se te valora y se paga”. Sigue residiendo donde vivía, en el distrito marítimo de Castellón, y mantiene que su hija, de cuatro años, fue su mayor motivación pese a que también fue su mayor sufrimiento por el tiempo que tuvo que estar lejos de ella durante los 126 programas en los que participó y con los que batió el récord de permanencia. Este enero, otro concursante, Fran González, ha destrozado ese récord con 168 programas el día en el que el concurso batió otro récord, el de audiencia, con más de cuatro millones de espectadores.
“Apellido del escritor o autor de la obra American Psycho”. A Jerónimo Hernández no se le olvidará que no saber que es Bret Easton Ellis le hizo caer eliminado después de 121 programas. Pero realmente la primera vez que acudió a Pasapalabrafue derrocado el primer día. “Fui en plan kamikaze”. Así que probó suerte en Saber y ganar, un concurso en el que, aunque también se lucha contra el reloj, existen diferentes pruebas de cultura general o de cálculo mental más acordes a su hablar calmo, pausado y reflexivo. Logró alcanzar el centenar de apariciones en dos tandas. Se alzó con el título de “Magnífico”. En su caso, el dinero no fue el principal atractivo, pero sí un acicate.
“Cada concurso tiene su preparación especial. En Saber y ganar, con una buena cultura general y estar al día en actualidad puede bastar”. Pero para volver a Pasapalabra decidió prepararse. Guarda cuadernos con inventarios de palabras. También fichas de términos relacionados. Sabe que otros han utilizado programas informáticos, pero él prefirió el papel. Además, como pasa con los temarios de los exámenes, hay algunas preguntas previsibles: “Cada 20 programas preguntan por un premio Nobel, así que los repasaba”.
Él tenía trabajo, en el departamento de protocolo de la Universidad de Salamanca, donde sigue. Y eso le dio opciones para compaginar sus viajes a Barcelona, donde se graba el programa. “Incluso, si lo ves rentable, puedes pedir una excedencia, vacaciones o días sin sueldo”. Ni la celebración de los actos del 800º aniversario de su universidad, el año pasado, le impidieron atender reclamos relativos a su paso por televisión. Porque le gusta. Aunque se ha calificado de “soso”, su tono cambia cuando habla de concursos y concursantes. “Con el paro que hay, cada vez se va más por necesidad que por diversión”, lamenta.
Ni Paz Herrera ni Jerónimo Hernández han sido los únicos que han participado en más de un programa. Muchos de ellos han seguido una ruta parecida. Primero concursos menores; después Saber y ganar, que crea cantera, y luego Pasapalabra. El final del recorrido para algunos de ellos es Boom, el concurso más joven, en el que compiten dos equipos de cuatro personas que han de responder a preguntas de cualquier ámbito. Varios de esos equipos se han conformado con participantes de otros programas. Como en los otros casos, los concursantes pueden permanecer durante semanas o meses en pantalla. De esa manera, se meten en casa de los espectadores, los conocen por su nombre y la empatía crece.
El eterno presentador de Saber y ganar, Jordi Hurtado, ha seguido los pasos de algunos de ellos. “Tienen otra vida después de Saber y ganar. El tipo de concursante va por épocas. Durante la crisis vino mucha gente en paro”, recuerda. “Yo les digo que no es una oposición, que no se lo tomen como un examen, pero vienen muy nerviosos”. Hurtado habla sobre todo de “los nuevos”, “los más jóvenes”, que han crecido con el concurso, “que lo veían en casa de sus abuelos a mediodía, cuando iban a comer, y para ellos es muy especial”.
La afición por los concursos puede ir más allá de los programas de preguntas y respuestas. Es el caso de Paco de Benito, que acabó en Supervivientes, un programa que “encierra” a los concursantes en una isla en la que tienen que sobrevivir con apenas medios y superando pruebas físicas. Físico de formación, ha sido baloncestista, consultor informático, asesor de comunicación y ahora trata de desarrollar la primera criptomoneda con base en minas de oro. De su paso por Pasapalabra recuerda el momento en el que intentó prepararse con el diccionario. “Fue imposible”. Sus conocimientos de informática le permitieron crear un juego en el que desaparecían las palabras que aprendía. “Estudiaba siempre que tenía tiempo. Si llegaba el fin de semana y tenía ocho horas, las dedicaba”.
Los Lobos —que han batido un récord Guinness después de más de 300 programas en pantalla— y Las Extremis —Montserrat Cano, Gloria Camacho, Cristina Morales y Amparo Bermejo— llegaron a Boom después de conocerse en Saber y ganar. Decidieron formar equipo. “Estudiamos muchísimo”, admite Cano. Sin embargo, los compromisos laborales de dos de ellas les impidieron seguirporque, pese a la importancia del premio, este se reparte entre cuatro. Y las carreras de Medicina y Magisterio no podían esperar más allá de los seis meses que llevaban en el concurso, cuando ya habían superado los 100 programas.
“La cultura general no es rentable, pero en los concursos se puede rentabilizar”
Las Extremis se repartieron el trabajo. “Nos juntábamos antes de las grabaciones y compartíamos conocimientos, curiosidades…”. “Requiere tiempo, esfuerzo y preparación”, admite, y explica que su finalidad fue la de “ganar dinero”. “La cultura general no es rentable, no cuenta en el currículum, y los concursos son el ámbito en el que se puede rentabilizar”. Las banderas, las preguntas de ciencia y de física y los dialectos fueron algunas de las cosas que estudió Amparo Bermejo. “Buscamos páginas en Internet en las que aparecían detalles y curiosidades”. En los mismos cuadernos que apuntaban estas, recogían preguntas de otros programas para estudiarlas. En su caso, entre tres y cuatro horas al día. “Sí, como una oposición”, admite con naturalidad. “Ofrecen tanto dinero que atraen”.
“Nunca pensé que se podía preparar”, evoca Gloria Camacho. “No sabía cómo hacerlo y empecé para ir a Boom”. “Nuestros cuadernos eran como un temario de oposición”. “Yo tengo claro que mi trabajo es el de profesora”, aclara, pero admite que “es verdad que, si pegas un pelotazo, te puede dar para montar un negocio o tomarte unos años sabáticos”.
“Veía Saber y ganar desde que tenía 12 años y pensaba que algún día quería ser tan listo como ellos”, comenta Cristina Morales. Pero realmente no se trata de ser el más listo, sino de ir mejor preparado. Con la perspectiva de participar en Boom, empezó a estudiar “durante tres o cuatro horas diarias”. Los ganadores de los mundiales de fútbol, de los Juegos Olímpicos, de la NBA o de otros deportes fueron los temas sobre los que abundó con material que luego compartió con otros equipos. “Es el trabajo mejor pagado de nuestras vidas. No creo que nadie quiera ser concursante profesional, pero es verdad que, una vez que te metes, si ves que la forma es estudiar, te pones”.
Al contrario que Las Extremis, Los Lobos sí pudieron modificar su equipo. José Pinto abandonó el programa en diciembre de 2018. Dos meses después, el pasado 27 de febrero, falleció. Ellos rara vez admitieron su preparación. “Recopilo cosillas que me parecen preguntables”, dijo en una ocasión Manu Zapata, uno de los miembros del grupo. Sin embargo, el presentador del programa los ha destapado en más de una ocasión. “Estudiar, estudiar, estudiar. Dos de ellos no trabajan, se dedican todo el día a preparar el programa, y eso se nota”, ha asegurado Juanra Bonet sobre el secreto del hasta ahora invencible equipo. “Eso es de primero de concursos”, les reprochó el mismo presentador en uno de sus últimos fallos. “La capital de Barbados deberíais saberla. Eso es de primero. ¡Las capitales son de primero de concursos!”.
Fuente: Elpais.es (4/3/19) Pixabay.com