Renovarse o morir. Con esta frase, que se atribuye a Miguel de Unamuno aunque la original fuese “el progreso consiste en renovarse”, muchos empresarios de nuestro país han afrontado la crisis del covid-19. Una de las compañías que lleva por bandera este dicho es una pequeña destilería cántabra llamada Siderit. La empresa ha cambiado la fabricación de su vodka hecho a partir de leche (y otras bebidas) por el hidrogel alcohólico tan necesario estos días; y su venta se va a extender por medio mundo.
La destilería situada en Puente Arce (Valle de Piélagos) vendió el pasado año 300.000 litros de alcohol en varios formatos de bebidas espirituosas, entre ellas el curioso vodka hecho a partir de leche de vacas cántabras del que sacaron al mercado 20.000 litros. Con la llegada del coronavirus sus ventas bajaron drásticamente por el cierre de la hostelería; pero una situación anecdótica, una conversación y las ganas de ayudar a la sociedad hicieron que reconvirtiesen su producción.
Gracias a estos factores, ahora tienen capacidad para fabricar 5.000 litros diarios del desinfectante, que ya están vendiendo por toda España y del que tienen pedidos desde Alemania, Austria, Chile y Argentina.
La destilería comenzó fabricando 40 litros de desinfectante para el hospital de Santander actualmente su producción es cien veces mayor
“Unas semanas antes del confinamiento en España empezamos a oír que en Italia no había mascarillas ni hidrogeles, por lo que fuimos a comprar rápidamente, pero no había. Entonces decidimos fabricar para nosotros mismos 10 litros de hidrogel, ya que al fin y al cabo, somos una destilería que tiene el alcohol que necesita este producto”, explica a El Confidencial David Martínez Prieto, uno de los dueños de la empresa reconvertida en laboratorio.
“Unos días después el consejero de Industria de Cantabria nos comentó que el Hospital Universitario Marqués de Valdecilla (Santander) se había quedado sin proveedor de hidrogel. En ese momento empezamos a fabricarlo y de repente nos convertimos en un proveedor de emergencia”, cuenta el ingeniero agrónomo.
Desde los primeros 40 litros de hidrogel alcohólico que salieron a principios de marzo hacia el hospital santanderino hasta la actualidad, la empresa se ha reinventado para multiplicar por más de 100 su capacidad de producción de este desinfectante tan necesario en tiempos del covid-19. En este camino, que ha incluido cuatro semanas de obras en su fábrica, mucho papeleo y 60 días sin parar de trabajar, la empresa se ha convertido en Laboratorios Arce.
A pesar de su nuevo cometido, esto no significa que hayan abandonado los destilados, pero Martínez señala: “Tenemos el almacén con todo fabricado para este verano, cruzaremos los dedos para ver si en verano de 2021 somos capaces de vaciarlo, porque con la situación de la hostelería va a ser imposible”.
De leche de vaca a gel desinfectante
Precisamente los primeros 12.000 litros de hidrogel que se fabricaron para el Hospital de Valdecilla salieron de la curiosa bebida espirituosa hecha a partir de leche. “Se redestiló todo el vodka que había preparado para vender este verano por todo el Mediterráneo para volver a conseguir un alcohol de 96 grados y hacer el desinfectante”, explica el cántabro. Por ello manifiesta muy orgulloso: “Creemos que las vacas de Cantabria han salvado alguna vida”.
«Las vacas de Cantabria han salvado alguna vida»
Llegados a este punto, muchos lectores se estarán preguntando cómo es posible fabricar vodka a partir de la leche. Antes de nada hay que explicar que cualquier alcohol surge de la fermentación de un azúcar, en el caso del vodka tradicional de extrae del almidón de la patata. Pero para esta singular bebida, Martínez y su socio Rubén Leivas (ambos ingenieros) dedicaron más de un año de investigación para crear un método específico, que han patentado.
Para la creación de un litro de alcohol de 96 grados se necesitan 14 de leche, a la que se somete a un proceso de fermentación: “Se hace una especie de pseudo requesón, al que se elimina la proteína y la grasa. Del suero láctico que queda sacamos la lactosa que fermentamos y conseguimos el alcohol”. El líquido que sale posteriormente es rebajado con agua de manantial para conseguir el producto final.
Un reto lleno de incertidumbre
Para el cántabro la reconversión ha sido “un reto en todos los sentidos”. “En realidad esto fue una apuesta para ayudar y al principio hubo mucha incertidumbre, no sabíamos nada sobre si lo que estábamos produciendo lo estábamos regalando o si algún día lo íbamos a cobrar. No teníamos ninguna información de nada. Fueron momentos de mucha tensión”, apunta.
“Los equipos de destilación trabajan 24 hora al día, hemos estado noches enteras sin parar. Además teníamos esa sensación, igual que la de la mayor parte de los españoles, de miedo y caos por el número de infectados y fallecidos”, concluye.
Fuente: Elconfidencial.com (13/5/20) Pixabay.com