La deuda engulle a los ciudadanos estadounidenses desde jóvenes y el colchón social para pensiones es imposible. La mayoría de los habitantes de EEUU prepara su retiro con dos herramientas: el 401(k) y el IRA.
La fábula del sueño americano ha venido acompañada durante años con delirios de una jubilación de lujo. Bronceado envidiable bajo los rayos del Lorenzo californiano en Palm Springs, Frank Sinatra entonando el aquello del I’ve got you under my skin y por qué no, un Jaguar, Porsche o Cadillac rumiando en el garaje.
Objetivos que algunos baby boomers rozan con la punta de sus dedos en un momento en que la tierra prometida para la clase media ha visto como la brecha social se ensancha, los salarios se recortan y la meta para poner fin a una vida laboral se aleja cada vez más en el tiempo. Pero, al contrario de lo que sucede en buena parte de los países del Viejo Continente, donde las pensiones forman parte del colchón social de los gobiernos, en la mayor economía del mundo es el sector privado el encargado de orquestar la retirada de millones de ciudadanos.
El problema de la deuda
«Antes todo lo que había que hacer era trabajar, retirarse y cobrar la pensión», apunta Rande Spiegelman, vicepresidente de planificación financiera de Charlse Schwab. «Entre la pensión de la empresa y de la Seguridad Social, la mayoría de los jubilados lo tenían todo hecho. Y si encima se las habían arreglado para ahorrar un poco más, tocaban el cielo con sus manos», bromea. Sin embargo, en las últimas décadas el contexto ha cambiado radicalmente. Y es que el crédito y la deuda engulle a los estadounidenses desde una edad temprana.
Tan pronto como la hora de licenciarse en la universidad. Un graduado universitario suele entrar en el mercado laboral con una deuda heredada de su periplo universitario de alrededor de 28.000 dólares, según la American Student Assistance. En estos momentos, la deuda universitaria se mueve entre los 900.000 millones y el billón de dólares, de ahí que el peligro de impago dado los niveles de desempleo sufridos durante la crisis, pusiera en jaque a más de uno. Pero esa burbuja merece ser protagonista de otro reportaje. Al grano. Cuando un estadounidense accede a un trabajo después de licenciarse, además de pagar su deuda por acceder a una educación, debe costear su vida diaria y, a medio plazo costear una hipoteca y el precio de construir su propia familia.
«Para la mayoría de los trabajadores, los planes de pensiones tradicionales que ofrecen un pago fijo de manera regular son una cosa del pasado», apunta Spiegelman. «Y muy pocas personas esperan que la Seguridad Social les proporcione el bienestar deseado para su jubilación», aclara. Entonces, ¿cómo se preparan la mayoría de los estadounidenses para ese soñado retiro? Básicamente a través de dos herramientas: el archiconocido 401(k) y el IRA (que obedece a lo que se consideraría una cuenta individual de jubilación).
Cómo actúa el 401(k) y el IRA
Cuando en la década de los 80, en Europa se trabajaba con la noción de una pensión pública al fin de la vida laboral a través de la cotización a la Seguridad Social, a este lado del Atlántico se empezó a ser realista y se introdujo el 401(k), cuyo enrevesado nombre tiene su origen en la sección que ocupa dentro del código fiscal.
Sin embargo, su concepto como aderezo a las pensiones públicas acabó por convertirlo en la mejor opción para una jubilación digna, ya que salvo funcionarios o empleados sindicados, depender de una pensión pública es imposible. El 401(k) es un plan de pensiones esponsorizado por el empleador de turno donde el trabajador invierte una parte de su salario antes de pasar por la guillotina impositiva. Los impuestos pasan factura cuando el individuo de turno retire los fondos. Este sistema convierte en la mayor parte de los ciudadanos en inversores.
Para gestionar estas carteras de inversión, el empleador suele contratar a una gran casa financiera, como Fidelity o Vanguard, por nombrar algunas, para determinar dónde y cómo se invierte dicha suma mensual para generar los mayores beneficios. Eso sí, el individuo tiene control sobre su portafolio y recibe informes sobre la evolución de su dinero.
Lo goloso de este sistema, a diferencia de un plan de pensiones privado, es que el individuo puede igualar la inversión que su empresa realiza por él. Es decir, si usted gana 50.000 dólares al año y su empleador invierte un 3% de su sueldo en su 401(k), usted puede invertir otros 1.500 dólares más, todo ello libre de impuestos hasta la retirada del dinero. Por supuesto, los requisitos varían entre compañías y las contribuciones tienen un límite de 17.500 dólares para la contribución del empleador y de hasta 5.500 para la contribución extra del individuo bajo las reglas de la hacienda estadounidense (IRS).
Si una compañía carece de un 401(k) los individuos tienen la opción de crear un IRA. Este plan de pensiones individual creado en 1979 permite invertir un máximo de 5.500 dólares libres de impuestos al año para aquellos que no ronden los 50. En el caso de que un individuo supere esta edad, el límite sube hasta los 6.500 dólares. Eso sí, esta inversión sólo puede proceder de sus ingresos anuales, de acuerdo con la regulación estadounidense. El ciudadano puede utilizar ambos vehículos para ahorrar de cara a su jubilación. Además cada uno de ellos cuenta con distintas modalidades, como el IRA Roth, cuya diferencia es que las ventajas fiscales se aplican cuando el dinero es retirado.
Desde Fidelity recomiendan que, para asegurarse una jubilación digna, se debe haber invertido, al menos, ocho veces el salario anual de un individuo. Así, para iniciados, la hoja de ruta más cómoda supondría haber ahorrado un salario anual a los 35, tres veces la paga anual antes de tocar los 45 y finalmente cinco veces el sueldo anual antes de cumplir los 55. «La creación de metas claras y vinculadas a un salario suelen ayudar a simplificar la planificación y ayudar a determinar si un individuo está en el camino correcto hacia su jubilación», afirma el vicepresidente ejecutivo de Fidelity, John Sweeney.
Fuente: Eleconomista.es (24/2/14)
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