Llega el nuevo año y, para no pecar de originales, decidimos que nuestros propósitos, una vez más, serán dejar de fumar y apuntarnos al gimnasio. El primero nos ahorra dinero, pero el segundo hace sufrir a nuestra cuenta bancaria. Nos guste o no, todos esos sueños de modelar y esculpir la mejor versión de nosotros mismos, que mucho tienen que ver con los excesos navideños, terminan cuando llega la primavera, abandonamos el abrigo y florecen los almendros. Entonces volvemos a ir al gimnasio, sí, pero para darnos de baja definitivamente porque no lo hemos pisado en cinco meses.
Según algunas estimaciones, como señala la revista ‘Vox‘, más del 12% de los estadounidenses se apuntan a gimnasios en enero —y más del 8% lo hacen durante el resto del año—. De todos ellos, una vez que llega octubre, solo el 22% continúa acudiendo. Y quien dice Estados Unidos puede decir perfectamente España, pues no es algo cultural sino un fenómeno global y social. Pensándolo en frío, apuntarse al gimnasio en una fecha señalada únicamente porque comienza el año «y nos reiniciamos» no parece un motivo de peso suficiente para ser constante durante el resto del año. Es por eso que, según informan los propios gimnasios, se apunta el mismo número de gente en marzo que en enero. Simplemente es más fácil hacerlo cuando te sientes inspirado para continuar, y no como propósito de año nuevo.
El eterno retorno: apuntarse y desapuntarse
Si te has dado de alta en algún gimnasio últimamente (y según las estadísticas es probable que lo hayas hecho) el monitor habrá intentado que elijas la opción con permanencia. A veces, incluso, te habrá sugerido que pagues los 12 meses del año porque, al fin y al cabo, ya que te apuntas es bueno que tu actitud sea de altas miras. «Si ya estás pensando en borrarte para marzo, mal vamos» señala, tratando de convencerte. Te sientes como si fueras a firmar un pacto con el mismísimo diablo. Recuerdas todas esas noticias en las que la gente se queja porque ha pagado por un servicio durante un año y la empresa ha quebrado antes de tiempo, llevándose el dinero de todos los miembros. «¿Y si me rompo una pierna y no puedo venir?», empiezas a pensar.
El sector del ejercicio ha cambiado mucho en los últimos años. A día de hoy es común contar con una aplicación telefónica con la que podamos apuntarnos a las clases que nos interesan y a la hora que nos plazca. A veces también mencionan el nombre del monitor con el que podremos realizar el entrenamiento, para que así podamos elegir a quién queremos, como si de unmercado lleno de productos se tratara. Hasta los inversores, antes interesados en comprar terrenos para edificar pisos u oficinas, ahora buscan espacios para abrir centros deportivos. España es el país mediterráneo con más inscritos en gimnasios, según los estudios.
A medida que nos unimos a los gimnasios cada año, estos se esfuerzan por lograr que enero sea un mes en el que puedan retener a los recién llegados a largo plazo. El día de Año Nuevo, por ejemplo, una ocasión en la que la mayoría de las compañías están cerradas, algunos permanecen abiertos (aunque sea en horario reducido) debido a la avalancha de nuevos clientes que se deciden a empezar. Pases de prueba gratuitos, algunas clases sin compromiso, entrenamientos personalizados… y, por supuesto, ofertas especiales de inscripción en enero.
También se contrata personal nuevo para satisfacer las demandas de estos nuevos clientes que, se espera, duren más de cuatro semanas. Y mientras suena en nuestros oídos el aclamado himno de Julio Iglesias: («Unos que vienen, otros se van«) meditamos acerca de toda la realidad que engloba esa frase. Por lo menos en los gimnasios. Para retener a los nuevos clientes, los gimnasios combinan incentivos financieros y emocionales. Eso significa promocionarse a sí mismos de las mejores maneras posibles. No se regaña de forma paternalista a los clientes que faltan a algunos entrenamientos, se siguen ofreciendo ofertas y se orienta sobre nutrición y estado físico, como si habláramos de un Hermano Mayor que se ocupa de ti y te vigila para que no engordes.
Los trucos para retenerte
La estética es la razón fundamental por la que la gente decide apuntarse al gimnasio. Otra minoría lo hace por conocer gente. Los gimnasios tienen que conseguir ser lo suficientemente atractivos como para que, sea cual sea tu razón, decidas quedarte. «Realmente, lo que tratamos de hacer es que el ejercicio sea divertido y asequible para todos, en un entorno no intimidante» señala McCall Gosselin, vicepresidente de relaciones públicas y comunicaciones para una conocida marca de centros deportivos, en ‘Vox’. «Creo que esos dos son un excelente combo para lograr que las personas se queden y entrenen en enero, a diferencia de la mayoría de los gimnasios, que pueden ver una caída significativa«.
Otros de los «trucos» que usan: cultivar una imagen del propio centro como un lugar para todo el mundo, con anuncios que muestran personas con físico promedio y que se burlan de los adictos al gimnasio, estereotipados. También utilizan el hashtag #NoJudgements como eslogan, promocionándolo de nuevo como un lugar para la gente común, y tratan de reclutar a gente para sus instalaciones ofreciendo un 30 por ciento de descuento en las cuotas hasta el 13 de enero. Las ofertas para ayudar a los recién llegados a ahorrar dinero son muy frecuentes en los gimnasios, pues otras cadenas ofrecen la posibilidad de no pagar los dos primeros meses hasta enero, si decides apuntarte a la opción con permanencia.
Como sucede con las universidades, que muestran menos gente conforme van pasando los meses de curso lectivo, en los gimnasios se observa el máximo aforo en enero, y después se van despoblando. Las cancelaciones más altas se dan en marzo (algo paradigmático, porque como veíamos antes, es en ese momento cuando otros toman el relevo y se apuntan), por lo que ofrecer asistencia personal y un trato cercano con el cliente también ayuda mucho. «Muchas personas se dan de baja porque no están realmente informados sobre cómo deben realizar los ejercicios y tienen miedo de lastimarse o de que no sirva para nada el trabajo hecho».
Piénsatelo dos veces
A las malas, como es imposible convencer a todo el mundo de que se quede, siempre les queda el verano. A principios de esa estación, quizá por la inminencia de las piscinas y las playas, y, en definitiva, de la exposición del cuerpo, hay un resurgimiento. La gente sale de sus crisálidas (o de la comodidad de sus sofás, mejor) y vuelven a la carga. Pero «cuanto más te acercas al final del año, más oscuro se pone. Hay muchos menos registros de entrada», señala Gosselin, refiriéndose a los usuarios que no se dan de baja y simplemente dejan de asistir. «Durante las vacaciones, las prioridades de las personas no se centran en su físico. En su lugar, están viendo la tele».
Pero, de repente, llega el año nuevo, y volvemos a acordarnos de que hemos comido mucho roscón y que tenemos que intentar subir las escaleras sin ahogarnos. Y por eso nos apuntamos al gimnasio. La teoría del eterno retorno. Por tanto, quizá es buena idea que nos lo pensemos dos veces el primer día del año. Todos queremos tener un cuerpo de escándalo al llegar a la playa, pero no se forja solo. Y tampoco es plan de regalarle a los gimnasios meses y meses gratis para que el propósito del año siguiente sea: «Tengo que bajar al gimnasio», «¿a inscribirte?», «no, a borrarme».
Fuente: Eleconomista.es (13/1/19) Pixabay.com