Después de tres meses de infructuosos intentos por obtener un acuerdo financiero con sus acreedores, la ciudad Stockton, del Estado de California (96 kilómetros al este de San Francisco, ver mapa), solicitó ayer formalmente la quiebra para evitar una situación de caos incontrolable. Las negociaciones para llegar a un acuerdo financiero fracasaron y de nada sirvieron los recortes draconianos por más de 90 millones de dólares aplicados en los últimos tres años para lograr el anhelado equilibrio presupuestario.
Queda un agujero de 26 millones de dólares imposible de revertir, y un cráter en salud de 400 millones. Por eso que para Bob Deis, el administrador de la ciudad, la declaración de bancarrota es equivalente a pulsar la tecla “pausa”, para mantener intactos los servicios y proporcionar una estructura “de rescate”. El Estado de California, la octava economía del planeta, comienza a sufrir los efectos de la crisis.
Con poco más de 300 mil habitantes, Stocktom es la ciudad más grande de Estados Unidos en declararse en quiebra. Tiene la tasa más alta de desempleo de California (20%) y ocupa el segundo lugar en las ejecuciones hipotecarias del país, como permite constatar este recuento de imágenes de flickr con viviendas en venta. Pese a que Stocktom era una de las ciudades más pujantes de California en los años 60, tras el estallido de la crisis subprime en 2007 y el abandono de las viviendas por sus moradores endeudados, cuenta con barrios vaciados de habitantes en los que prospera la ley de la calle y el crimen. No se puede esperar otra cosa cuando se ha recortado un tercio de la policía, un tercio de los bomberos y un 40% de los funcionarios dado que no se pueden pagar.
El derrumbe de los activos inmobiliarios se ha traducido en una importante caída de los ingresos públicos por ingresos a la propiedad y la situación es tan calamitosa que la revista Forbes otorgó el premio a la ciudad más terrible de Estados Unidos durante dos años consecutivos.
¿Qué ocurrió en Stocktom?
Para lograr captar lo que pasó en esta ciudad cercana a San Francisco, Sillicon Valley y Sacramento, es interesante constatar que a comienzos de milenio era una zona agrícola sin pretensiones que fue invadida por una fiebre del suelo sin precedentes. Desde proyectos inmobiliarios gigantescos a la construcción de enormes edificios que transformaron la apacible vida de una ciudad que vivía de la agricultura, Stocktom fue invadida por sueños fantásticos de gran lujo que terminaron en el pantano.
Pese a la brillantez de algunos proyectos, no se logró atraer a las multitudes que se esperaban y la ciudad se fue hundiendo en la espera. Una espera que desespera dado que tras dos, tres, cuatro años las ventas no tomaron el ritmo señalado por la teoría de la oferta. Y mientras el tiempo pasa, como canta Mercedes Sosa, los intereses siguen creciendo. Si alguien tiene aún dudas, cuelgo este enlace al drama de Pioz, donde las viviendas sin vender y el costo de los intereses para la localidad alcarreña puede tenerla más de siete mil años pagando la deuda. Está bien escrito: siete mil años pagando la deuda.
Todo esto demuestra lo enfermizo de un modelo económico que apostó siempre a ganar basándose en un pseudo, raquítico y hoy despreciable optimismo organizado por la vía del consumo, sin tomar en cuenta la necesidad del empleo para mantener ese nivel de consumo, y sin tomar en cuenta, menos aún, de la necesidad de que ese nivel de empleo fuera sustentable en el tiempo.
Que no quepa duda que lo que ahora vemos en Stocktom, y que la prensa no informa, seguirá en otras ciudades de Estados Unidos y también en muchas otras ciudades donde la burbuja inmobiliaria permitió el enriquecimiento de un puñado y el empobrecimiento de la gran mayoría. Ahora que hay que pagar la cuenta, vemos cómo esta se reparte por igual entre ese puñado que lucró en el período del auge, y los miles que creyeron y compraron las delicias del modelo económico imperante. Los primeros pecaron por intención, y los segundos por omisión. Pero estos últimos tendrán penitencias mayores. La ignorancia se paga. Es la primera lección económica que será marcada con fuego: la ignorancia se paga. Y se paga caro.
Fuente: elblogsalmon.com (28/6/12)
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