Hace un año se presentó el Mercedes EQS. La gran berlina eléctrica de los germanos llegaba con una sorpresa que muchos compañeros periodistas mostraron en sus vídeos: no se puede abrir su capó. Pero, ¿para qué queremos abrir el capó? ¿Qué queremos reparar? Lo cierto es que, cada vez, nos importa menos lo que hay dentro de nuestro coche.
No es el único. Mercedes no es la única marca que no permite levantar el capó de su Mercedes EQS. Durante nuestra prueba confirmamos lo mismo con el BMW iX. De hecho, el logo delantero sirve para rellenar el líquido de los limpias. Y, pese a que es raro que el fabricante, incluso, impida levantar el capó, hace tiempo que las marcas ponen verdaderos impedimentos para acceder al motor del coche.
La puntilla. El coche eléctrico ha sido la puntilla para los curiosos de la mecánica. Desde hace años no es raro encontrar tapas que ocultan la mecánica de los coches nuevos y, con la llegada de los eléctricos, ha aumentado el número de sellos que impiden la manipulación de, por ejemplo, el líquido de los frenos. En este caso, sin embargo, tiene un sentido y es que las altas intensidades de corriente a las que se trabaja pueden generar un verdadero problema si cometemos un error.
El paciente. Estas restricciones impuestas por los fabricantes también ha cambiado la vida, incluso, de quien se dedica a la asistencia en carretera. Arturo Miguel, responsable del área de Reparación e Innovación Mecánica del RACE, nos explica que ellos mismos han tenido que cambiar multitud de herramientas y que, donde antes imperaba una llave inglesa, ahora reina un sistema de diagnosis.
Cada vez es más complicado que los propios profesionales puedan realizar reparaciones en carretera. Desde hace años, la formación de RACE se está volcando en los sistemas eléctricos, según nos confirma Arturo. El mecánico se ha convertido en una clase de médico de cabecera que puede confirmar qué sucede pero los errores tienen que ser atendidos por especialistas.
No es nuevo. La retahíla de componentes que ya son imposibles de cambiar en una asistencia en carretera, o muy difíciles de atacar, es cada vez más larga desde hace más de dos décadas. «Antes cambiabas tú la bombilla o la reparábamos nosotros. Desde la llegada de los faros de Xenón eso se acabó y, ahora, con los faros LED hay que cambiar todo el conjunto», nos recalca Arturo.
Imposible. De hecho, los mecánicos de RACE se vienen encontrando problemas incluso para cambiar un neumático por los diseños de las propias marcas. «Antes, algún que otro cliente compraba la batería y la cambiaba él mismo. Ahora, con los sistemas Start&Stop eso es imposible», nos sigue contando. Y es que, aunque quiera, el aficionado más interesado por la mecánica necesita una serie de herramientas que hacen casi inviable que pueda trabajar por su cuenta.
Comodidad… Todo esto ha empujado a que los conductores seamos cada vez más cómodos y prefiramos dejar en manos de un experto cualquier pequeña reparación mecánica. De hecho, la batería y los neumáticos son las reparaciones más habituales que realiza el RACE (23 y 12%, respectivamente). Elementos que podríamos cambiar nosotros mismos. Ahora, incluso es habitual llamar a un mecánico para que nos saque del apuro de un pinchazo.
A esta misma idea apunta Javier L. Tejedor, de Autoescuela Lara. «La gente solo quiere conducir, aprobar el examen, no valoran la formación en mecánica porque es más sencillo llamar al seguro y que se encarguen ellos». Una tendencia que también están comprobando entre los más jóvenes.
Y desinterés. No solo la comodidad, aquí también reina el desinterés. Desde Autoescuela Gala, Tomás Blánquez, director General de la misma, nos deja claro que, aunque un alumno quisiera ampliar sus conocimientos de mecánica, la inversión en materiales es tal que es imposible que amplíe conocimientos por cuenta propia. «Antes llegabas a cualquier parte con una llave y un destornillador. Eso se ha acabado», nos recalca.
Además, que los jóvenes cada vez tienen un menor interés en el automóvil es un hecho que se refleja en la edad a la que se apuntan a la escuela. «Cada vez son más mayores, ya no es eso de apuntarte recién cumplidos los 18 años. Ahora son muchos los que lo van dejando porque hay alternativas suficientes para no tener coche. Ya en 2016 se recogía que en los 15 años anteriores había descendido el número de conductores entre 20 y 24 años en un 40%. Goldman Sachs también apuntaba a que sólo un 15% de los millennials ve el coche como algo “extremadamente importante”, y otro 30% no tiene intención de adquirir un turismo próximamente.
Obligados. Quieran o no, los nuevos conductores deben contar con unos conocimientos muy sencillos y básicos de mecánica. Los examinadores pueden preguntar a los alumnos dónde se encuentra la batería, el depósito para rellenar el líquido limpiaparabrisas o cómo medirían el aceite. Esto forma parte de las mencionadas «comprobaciones previas» que, sin embargo, parece que ya se han quedado en meras «comprobaciones», porque «intervenciones» cada vez menos.
Incluso, Tejedor refleja la pérdida de conocimientos de mecánica entre los profesionales. «Los que querían sacarse el carné para autobuses, camiones o ambulancias hace 15 años tenían que aprenderse un libro de mecánica que era un tocho, eso ya no es así», nos recalca. Ahora, los profesionales tienen unas preguntas similares a las «comprobaciones previas» pero un poco más amplias. Pese a todo «al final, el conductor de un autobús que se queda tirado en la carretera, lo primero que hace es llamar al seguro», insisten desde la autoescuela.
Fuente: xataka.com (16/4/22) pixabay.com