La compañía, que afronta un ambicioso plan de expansión, quiere jugar en la primera división de ‘smartphones’ y tabletas. En dos años, su facturación ha pasado de 37 a 200 millones de euros.
BQ se ha hecho mayor. Lo que empezó hace diez años como una aventura empresarial de seis estudiantes de Ingeniería de Telecomunicaciones de la Universidad Politécnica de Madrid se ha convertido en una empresa de 200 millones de euros de facturación y 950 empleados dispuesta a jugar en la liga europea de dispositivos móviles.
BQ quiere demostrar que se puede tener éxito diseñando tecnología en España. «Somos la prueba de que se pueden hacer smartphones de calidad muy competitivos», dice Alberto Méndez (36 años), cofundador y consejero delegado de BQ.
La compañía no le tiene miedo a los competidores. Ni a los fabricantes de gama alta como Apple o Samsung ni a los chinos como Huawei, Lenovo o Xiaomi.
«Hay un hueco para nuestra propuesta», defiende Méndez. El directivo hace una disección del mercado: por un lado, están las gamas altas de los grandes fabricantes con precios también elevados. Por otro, productos más económicos tanto de grandes fabricantes como de empresas menos conocidas que no están a la altura en características técnicas.
«Pero, ¿hay productos en España de altas especificaciones a un precio atractivo?» se pregunta. «Ahí es donde queremos estar nosotros. Ofreciendo un producto de calidad a un precio brutal. Nuestro segmento de competencia son grandes marcas como Samsung o Sony pero, como nuestros costes son inferiores a los suyos, los ahorros podemos repercutirlos en el precio, de forma que, a especificaciones similares, nuestros móviles son entre 50 y 100 euros más económicos», resume el ejecutivo.
El otro gran pilar de su estrategia, dice, es la atención al cliente. BQ tiene un centro de atención propio en Madrid donde trabajan 450 personas. «No queremos subcontratar la atención al cliente. Tenemos un índice de satisfacción muy elevado, en el entorno del 90%», explica.
BQ quiere desterrar la percepción de que no se puede hacer tecnología de calidad en España. Lo habitual es que las marcas nacionales pongan su logo a producto fabricado en China o Taiwán. Méndez reconoce que estos proveedores asiáticos de marca blanca no tienen esa «obsesión por la calidad» que persigue la compañía porque están orientados a lograr precios muy competitivos.Diseñado en EspañaBQ comenzó recurriendo a estos proveedores tanto para sus lectores electrónicos como para las primeras tabletas y smartphones. «Somos una compañía muy austera y no teníamos recursos suficientes para diseñar nuestros dispositivos desde cero. Estamos hablando de inversiones de alrededor de un millón de euros por producto y tiempos de desarrollo de unos nueve meses», explica.
Sin embargo, el volumen de negocio que consiguieron al entrar en el negocio de smartphones (este año esperan vender un millón de unidades, el doble que en 2013) les permitió cambiar de estrategia. «Tenemos smartphones y tabletas que son totalmente nuestros. El diseño, la ingeniería mecánica, el hardware, la ingeniería de software, la elección de los componentes…todo se ha hecho en España. Luego se ensambla en China, como hacen el resto de fabricantes. Trabajamos con los mismos ensambladores que Lenovo, Huawei o Xiaomi», explica.
Con esta tarjeta de presentación, BQ quiere conquistar Europa. «Necesitamos manejar volúmenes considerables para conseguir buenas condiciones con los proveedores y el mercado español se nos queda pequeño», apunta.
La compañía ha dado el salto ahora que tiene producto propio. «No tiene sentido competir en Europa si te limitas a poner tu logo a un producto igual que el de otros fabricantes». defiende. La compañía ya opera en Alemania y Francia, está abriendo ahora oficinas en Suecia y tiene previsto dar el salto el año que viene a Italia, Austria, Hungría y Reino Unido.Entrada de Diana CapitalBQ afronta la expansión internacional tras haber cerrado una ampliación de capital en la que han dado entrada a Diana Capital con una participación minoritaria que no desvelan y que «no afecta a la gestión de la compañía». «No buscábamos fondos, pero Diana estaba interesada en entrar y nos gustó su perfil de inversores que apoyan a la industria española», dice.
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