El Antiguo Egipto, el Imperio Romano y la Revolución Francesa, pero también la Argentina de Juan Perón. Cuando en 1979 Eamonn Buttler y Robert Schuettinger publicaron 4.000 años de controles de precios y salarios, el objetivo fue demostrar que a lo largo de la historia los controles terminaron generando problemas mayores a los que ya había, incluso catástrofes. Y si bien es cierto que el Antiguo Egipto, el Imperio Romano y la Revolución Francesa no están ya hoy disponibles para emitir comentarios al respecto, la Argentina sigue ahí. Y tiene mucho que contar.
Aunque parezca un contrasentido, en la Argentina que se encamina a cerrar 2022 con una inflación cercana al 100 por ciento anual rigen controles de precios, incluso «congelamientos».
Apeló a ellos Perón en los años 50 y en los 70, también Raúl Alfonsín en 1985 con el Plan Austral, Néstor Kirchner en 2006, Cristina Kirchner en 2013 e incluso Mauricio Macri en 2019. Y lo hace hoy Alberto Fernández. Entre 1969 y 2022, Argentina sufrió cuatro cambios de signo monetario -se le quitaron once ceros en total-, vivió dos hiperinflaciones y nunca pudo estabilizar su economía, salvó una década entre 1991 y 2001, compartida entre Carlos Menem y Fernando de la Rúa, en la que llegó incluso a haber deflación.
Así y todo, en Argentina rige hoy un programa llamado Precios Cuidados. Es muy similar al de los años de Cristina Kirchner en la presidencia, aunque las formas mejoraron: si el entonces secretario de Comercio, Guillermo Moreno, era capaz de mostrar un arma sobre su escritorio en las negociaciones más duras con los empresarios, el actual, Matías Tombolini, apuesta a la persuasión tras asumir hace pocas semanas el puesto.
«Nuestro primer diagnóstico fue que no tenemos claro cuánto valen las cosas, perdimos la referencia que tanto preocupa en casa», dijo el responsable de Precios Cuidados, que involucra 1.200 productos de primera necesidad: los más demandados en supermercados, los principales cortes de carne y una serie de frutas y verduras. Existe una aplicación del mismo nombre que permite, al salir de compras, comparar los precios que el Estado acordó con los comercializadores y los que se ofertan en los comercios.
Y aunque esos precios «encorsetados» son una ayuda en medio de la incesante inflación, el problema es que ese tipo de programas termina agotándose. Primero de forma discreta: comienzan a faltar los productos de precios congelados, o los precios se mantienen congelados, pero comienzan a reducirse sus proporciones, con un arroz de 500 gramos que baja a 400, por ejemplo. Luego suele llegar el desabastecimiento, y finalmente el sinceramiento de precios, que no es otra cosa que un nuevo fogonazo inflacionario.
«Según un trabajo de la consultora Focus Market, Precios Cuidados registró durante ocho años aumentos de hasta el 4.412%. A raíz de estos resultados, la pregunta es: ¿por qué se mantiene el programa?», se preguntó en marzo el diario Perfil.
En el mismo medio, el periodista Mariano Gorodisch, que escribió un libro sobre el tema, fue muy crítico acerca de Precios Cuidados: «Le bajan la calidad al producto. Tenés leches de terceras marcas que vienen con más agua que con otra cosa. Tenés el aceite de soja con olor terrible. Y la carne que está llena de grasa. Todo te termina saliendo más caro».
La gran lección que se sacó del gobierno de Alfonsín fue que aquel audaz «Plan Austral», que incluyó una reforma monetaria, ignoró, como todos los otros programas, la necesidad de ordenar las cuentas públicas, de reducir al mínimo el déficit fiscal. En economía, mirar hacia otro lado, tarde o temprano, termina derivando en un gran problema. En el caso de Alfonsín, al igual que el de Menem, en una hiperinflación, aunque en el primer caso hubiera un enorme componente político. Lo sabe bien Tombolini, que ya en los primeros días en su cargo comenzó a mostrar cierta impotencia cuando se le preguntó por la imposibilidad de domar la inflación.
«Es importante entender que, muchas veces nos pasa, depende lo que compremos, uno ¿en qué se fija? ¿En lo que aumenta igual o menos que la inflación, o en lo que aumenta más que la inflación? En lo que aumenta más. Entonces, ¿qué te parece? Que todo aumentó más. Hay una cuestión de percepción que juega ahí».
Las críticas, feroces -«¿la inflación es una cuestión de percepción?»-, devolvieron al secretario de Comercio al silencio. Y a cuidar los precios mientras le sea posible.
Fuente: elmundo.es (8/9/22) pixabay.com