Anécdotas y lecciones de la Gran Guerra, un siglo después

La conmemoración del centenario del asesinato del archiduque austrohúngaro Francisco Fernando y del posterior estallido de la Primera Guerra Mundial, resulta fascinante la forma en que el individuo afecta a la Historia y cómo la Historia afecta a los individuos. Veámoslo en algunas anécdotas sobre aquel magnicidio y la contienda que desencadenó:

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Primera anécdota: Esto es algo que probablemente no se haya escrito antes. El fundador de la escuela austríaca de Economía, Carl Menger (1840-1921), pudo haber alterado el curso de los acontecimientos.

Francisco Fernando no habría sido heredero del Imperio Habsburgo en 1914 si su primo, el príncipe Rodolfo, hubiera llegado a cumplir los 65 años. Sin embargo, éste se suicidó a los 40. El motivo por el que se quitó la vida sigue siendo objeto de toda clase de especulaciones desde entonces, aunque la explicación aceptada de forma más generalizada es que Rodolfo estaba deprimido porque, pese a estar casado, mantenía una relación con una joven y su padre le ordenó abandonarla.

Sin embargo, la depresión de Rodolfo pudo tener otra causa. Se la escuché a mi mentor, el difunto Hans Sennholz, que a su vez lo supo de su maestro Ludwig von Mises, otro economista austríaco cuya vida se solapa con la de Carl Menger durante casi cuatro décadas.

El emperador Francisco José I había nombrado al brillante Menger tutor privado del príncipe heredero Rodolfo, así como su acompañante en sus prolongados viajes por toda Europa. Menger era un genio visionario que se anticipó al periodo de las revoluciones y las guerras que implicaría la desintegración del orden vigente. Como era de esperar, sus predicciones deprimían a Rodolfo, y quizá contribuyeran a su decisión de poner fin a su vida de forma prematura para evitar asistir a la inminente catástrofe que hoy conocemos como Primera Guerra Mundial.

Segunda anécdota: La mayoría de los estadounidenses no quería implicarse en la Gran Guerra. Hubo incluso muchos norteamericanos, de ascendencia germana en particular, convencidos de que, si Estados Unidos participaba, debía ponerse de parte alemana. Esto hoy suena increíble, pero así fue. Como reflejó el historiador Thomas Fleming en su obra ‘El espejismo de la victoria’ (2003), Gran Bretaña llevó a cabo una campaña propagandística en Estados Unidos con mucho mayor éxito que la desplegada por Alemania, y por eso EEUU se acabó uniendo al bando británico. Pero podría haber sido justo al revés.

Una lección que perdura

Dos anécdotas sobre las casualidades y causalidades de una terrible contienda, que nos legó una importante lección de historia:

El asesinato de Francisco Fernando provocó una reacción en cadena por las obligaciones contractuales que arrastraron a la guerra a muchos más países de los implicados inicialmente en el magnicidio, hasta extender el conflicto a todo el mundo. La Primera Guerra Mundial ofrece una ilustración viva y horrible del peligro potencial de «las alianzas densas» contra las que los artífices de la Constitución de EEUU –George Washington y Thomas Jefferson, sobre todo- advirtieron. Uno tras otro, los países europeos fueron arrastrados a un conflicto creciente a través de obligaciones contractuales vinculantes.

Guste o no, en 1917, cuando Estados Unidos entró en guerra (si bien no tenía ninguna obligación contractual de hacerlo) contrajo un compromiso irrevocable: se convirtió en una potencia militar global. Las consecuencias y las implicaciones de aquel paso importantísimo siguen manifestándose hoy, para bien o para mal. Al despejar el terreno al ascenso de Lenin y de Hitler y crear el escenario de la Segunda Guerra Mundial, la Guerra Fría y lo que venga en el futuro, la Primera Guerra Mundial brindó una triste demostración de que los elevados ideales y las nobles intenciones traducidas en legislaciones no quedan exentas de poder sufrir la ley de los efectos secundarios.

La Primera Guerra Mundial empezó hace un siglo y terminó cuatro años después, pero sus réplicas siguen sintiéndose hoy. Por lo tanto, estamos ante un aniversario más que triste.

Mark W. Hendrickson es economista y colaborador del periódico The Washington Post. Es autor, entre otros libros, de La marcha de América hacia el comunismo.

Fuente: Elmundo.es (28/6/14)

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