En el sistema educativo alemán, cuando los niños cumplen once años se les divide en tres grupos en función de sus notas y de su velocidad de aprendizaje. Los que cuentan con mejores resultados académicos continúan su formación en el gymnasium, que les conduce al bachillerato y les prepara para la prueba de acceso a la Universidad. Al resto, se les prepara para profesiones más técnicas. «Valoramos si tienen iniciativa propia o si tienen que recibir directrices. A los 10 años no son del todo maduros y es una decisión complicada», explica Detlev Flottmann, director del colegio público Astrid Lindgren, en la localidad de Marienfeld, a dos horas de Düsseldorf. Flottmann opina que lo ideal sería que todos permaneciesen juntos hasta los 16 años para que los más inteligentes motivasen a los más rezagados. Pero los «buenos» se relajarían y no llegarían a los niveles de excelencia requeridos, señala.
«No es un modelo nuevo, se implantó en el siglo XIX, y la sociedad alemana no se plantea un cambio», expone Flottmann. En el estado de Renania del Norte-Westfalia, donde está su colegio, son los padres los que deciden el recorrido académico del niño, independientemente de la recomendación de los docentes. Pero cada uno de los 16 estados federados alemanes tiene su propia normativa educativa.
En función de las notas, los profesores elaboran un informe en el que determinan si el estudiante tiene las capacidades para ir al gymnasium, al realschule o al hauptschule. Estas últimas dos opciones son escuelas de nivel medio que finalizan con 16 años y que les conducen a profesiones más técnicas, fundamentalmente a módulos de Formación Profesional (FP) y FP Dual, que consiste en compaginar durante dos años los estudios con prácticas en una empresa, de forma intercalada. El modelo es flexible y permite a los alumnos del realschule y hauptschule presentarse a la prueba de acceso a la Universidad, pero en lugar de hacerlo a los 18 años, lo pueden hacer a los 21: deben realizar un curso de dos años que les prepara para el bachillerato, y luego matricularse en el bachillerato durante tres años. La velocidad de aprendizaje es distinta.
El modelo suscita polémica entre los expertos por segregar a los alumnos a una edad tan temprana. Sin embargo, Alemania tuvo una tasa de abandono escolar (jóvenes de entre 18 y 24 años que no siguen estudiando y que cuentan, como mucho, con la educación secundaria) del 10,1% en 2015, inferior a la media europea que se situó en el 11% y muy por debajo de la española, del 20%, según datos de Eurostat. Las principales causas del abandono escolar, según la Comisión Europea, son los problemas personales o familiares, las dificultades en el aprendizaje, una situación socioeconómica frágil o las relaciones entre profesores y alumnos.
«No se puede afirmar que el sistema educativo alemán es eficiente por su tasa de abandono escolar, porque otros países como Polonia que emplean un modelo comprensivo, en el que los estudiantes permanecen juntos hasta los 16 años, tienen indicadores más bajos (un 5,3%)», señala Enric Prats, profesor del departamento de Teoría e Historia de la Educación de la Universidad de Barcelona. Desde el punto de vista pedagógico, explica Prats, se desconoce cuál es la mejor edad para dividir a los niños en función de sus capacidades y del recorrido académico que encaja con cada uno.
«El sistema educativo alemán tiene una vinculación muy directa con el modelo laboral, funciona porque el sector empresarial cree en él y lo apoya», añade Prats. La clave del éxito del modelo es, según el docente de la UB, su sistema de orientación académica: saber identificar en qué tipo de estudios encaja cada niño. «En España sería un fracaso absoluto. Es una cuestión de cultura: cuando tienen ocho años ya saben que se tomará la decisión y se preparan para ello».
Otros expertos consideran que ese sistema condiciona las expectativas que los niños tienen sobre sí mismos y que, incluso, puede mermar su autoestima. «Esos niños van a vivir durante toda su vida en una sociedad diversa y la escuela tiene que prepararles para ello, la desigualdad no puede ser el precio a pagar por la eficacia académica», sostiene Carmen Pellicer, presidenta de la Fundación Trilema -centrada en la difusión de nuevas pedagogías- y coatura del Libro Blanco de la Profesión Docente, un encargo del Ministerio de Educación. A su juicio, las condiciones socioeconómicas de la familia determinan, en la mayoría de casos, el rendimiento académico de los niños y es la escuela la que debe luchar contra ese desequilibrio.
Para Ingo Winter, graduado en Economía Pedagógica y director del FEDA en Madrid -sede del centro oficial alemán para la promoción de la FP-, el sistema se adecua a la perfección a las necesidades de los niños e impide que se frustren al no ser capaces de llegar a un determinado nivel. «La ventaja del sistema es que es abierto: el estudiante siempre puede continuar estudiando, incluso si quiere llegar a la universidad. No importa que unos tarden cinco años más», indica.
La baja tasa de desempleo juvenil entre los menores de 25 años en Alemania, un 6,2% en 2017 -la española se situó en el 37,4%- es otro de los indicadores del éxito de su modelo. El Gobierno alemán reconoce que la Formación Profesional Dual es clave en la obtención de ese resultado. Desde que se implantó en 1969, el 50% de la fuerza laboral del país se ha formado en FP Dual. «La sociedad alemana necesita estudiantes que se decanten por esa opción, y de ahí la selección que se hace en primaria», señala Enric Prats.
El 68% de los alumnos de FP Dual consiguen un contrato una vez que finalizan el programa. En el curso 2016-2017, un total de 520.000 estudiantes la cursaron y 80.000 se quedaron sin plaza, un 13% de los solicitantes. El 21% de las empresas alemanas participan y capacitan a más de medio millón de nuevos aprendices cada año, según datos de la Oficina Federal Estadística alemana. Los estudiantes pueden escoger entre 327 profesiones y ganan una media de 800 euros al mes durante los dos años que duran los estudios, que se compaginan con las prácticas.
Ursula Frank, directora de desarrollo de Beckhoff, una empresa alemana de automatización con 3.800 empleados en todo el mundo, cree que la ventaja de los alumnos de FP Dual frente a los universitarios es que aprenden desde el primer día a desempeñar su trabajo. «La Universidad aporta más métodos científicos, pero de ellos solo utilizarán una pequeña fracción en la empresa, no les sirve de mucho». Frank critica que los egresados universitarios tardan hasta tres años en desarrollar correctamente su trabajo. De los 30 aprendices de FP Dual que se forman cada año en su compañía, contratan al 100% de ellos.
La Fundación Bertelsmann es una de las organizaciones implicadas en la promoción de la FP Dual en Alemania, una actividad a la que destinan 40 millones de euros al año. El grupo Bertelsmann, propietario de empresas como la editorial Penguin Random House o la cadena de televisión Fox, forma cada año a 100 estudiantes de dual, de los que finalmente contrata al 88%. Además, tienen sus propias escuelas de formación, y el 50% de sus alumnos se formaron en el gymnasium y rechazaron ir a la Universidad para acceder antes a un puesto de trabajo.
Anastasia Ritter, de 19 años, es una de ellas. «Tuve unas notas muy buenas en primaria y mis profesores me recomendaron el gymnasium. Mis padres querían que llegase a la Universidad, pero al terminar el bachillerato me di cuenta de que no sabía a qué quería dedicarme y he preferido estudiar y trabajar en una empresa a la vez para salir de dudas», explica. Ritter cree que en Alemania todavía hay quienes subestiman a los aprendices -alumnos de FP Dual-, sobre todo entre la generación de sus padres.
Probablemente esas expectativas de las familias de que sus hijos se gradúen en la Universidad está influyendo en el cambio de tendencia que registran desde 2005, cuando se empezó a producir un aumento exponencial de las matriculaciones en la Universidad y un descenso en las de FP Dual. «Hay una tendencia academicista, las empresas tienen cada vez más problemas para encontrar alumnos de dual que se quieran formar en sus plantas», advierte Clemens Wieland, director de proyectos de la Fundación Bertelsmann en Alemania.
«El cambio demográfico hace que cada vez tengamos menos jóvenes y que los que hay quieran ir a la Universidad», lamenta Peter Poggengerd, propietario de Poggender Gmbh, una empresa de automatización con 40 empleados que factura 40 millones de euros al año. El salario de entre 2.300 y 3.000 euros que perciben los aprendices una vez que son contratados no parece ser suficiente. Las aspiraciones intelectuales de los jóvenes pueden hacer peligrar el modelo alemán.
Fuente: Elpais.es (20/4/18) Pixabay.com
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