Solo el grupo de conductores mayores de 65 años aumenta en número de víctimas. Sus necesidades crecientes de movilidad obligan a repensar controles y protocolos.
La historia de Bob Edwards recorrió hace unos meses medio planeta cuando trascendió que este neozelandés, de 105 años, era el conductor más longevo de su país. Después de 88 años conduciendo, todavía sigue poniéndose al volante, tres veces por semana al menos, para recorrer los 15 kilómetros que separan su casa de una tienda. Y el caso de Edwards, que nació el mismo año que Henry Ford lanzó el famoso Modelo T, no es el más excepcional: aún le faltan tres años más de veteranía para superar el récord del estadounidense Fred Hale, que condujo hasta los 108 años, según el Libro Guinness.
Sin embargo, los dos casos son insólitos. Aunque el número de personas mayores de 65 años que conservan su permiso de conducir crece sin cesar, no son tantos los que con más de 80 años conservan las capacidades psicofísicas adecuadas para manejar sus propios vehículos con seguridad. Pero, al mismo tiempo, disponer de coche proporciona más libertad a unos mayores cada vez más activos y, en algunos casos, reacios a pasar a ser un peatón más. ¿Cómo establecer entonces cuándo se debe dejar de conducir? ¿Es necesario algún protocolo que lo regule?
La directora general de Tráfico, María Seguí, ya alzó la voz de alarma el pasado septiembre, durante la presentación del último balance anual de tráfico, porque los conductores más mayores son prácticamente el único colectivo en el que ha aumentado el número de víctimas mortales por accidente. En 2012, a excepción del grupo comprendido entre los 0 y los 14 años, donde hubo 10 fallecidos más, el grupo de personas con más de 74 años es el único que ha registrado un mayor número de muertos. En concreto, perdieron la vida el año pasado 112 conductores de esta edad, 37 más que el año anterior —en esta cifra no están incluidos ni peatones atropellados ni copilotos—. Y atendiendo al número global de víctimas, incluidos heridos graves y leves, también ha experimentado una mayor accidentalidad el grupo de conductores con edades comprendidas entre los 65 y 69 años (un total de 1.427 víctimas, 198 más), entre 70 y 74 (109 más) y los mayores de 74 (229 más).
Aunque el aumento de accidentes no puede ligarse exclusivamente a la edad, Tráfico recuerda que “las facultades se resienten con el envejecimiento: los reflejos, la vista y el oído o la atención no responden de la misma manera que durante la juventud”.
Pero ese envejecimiento “es progresivo, no sucede de un día para otro y depende de cada persona”, apunta Maricarmen Martínez, médico de familia, y “habituada” a los pacientes que “intentan seguir conduciendo sea como sea”, explica.
Antonio Gómez tiene 88 años y lleva conduciendo desde los 15. “Aprendí con el camión de mi padre y, desde entonces, no me he bajado del coche”, bromea. Porque el mundo del motor ha sido su sustento: Antonio fue repartidor primero y taxista después. Y nunca ha tenido un solo accidente, asegura. “Tengo mucha experiencia, aunque ahora voy con cuidado, y el día en que sienta que no puedo más, con todo el dolor de mi corazón, dejaré de conducir”, promete.
Este veterano conductor forma parte de un colectivo en crecimiento. En España, de acuerdo con los datos de la Dirección General de Tráfico (DGT), de los más de 26 millones de conductores censados en 2012, algo más de 3.370.000 (el 12,8%) tenían más de 65 años. De ellos, 1.243.151 (4,7%) eran mayores de 74. Y muchos no solo conservan su carné, sino que también hacen uso de él.
En concreto, según el estudio Mayores al volante, que recientemente ha publicado el Real Automóvil Club de Cataluña (RACC), el 56% de los mayores de 65 años conducen al menos cuatro días a la semana —el 42,4%, seis o más días—, mientras que un 12% conduce menos de dos días por semana. Y solo un tercio ha dejado definitivamente de conducir.
De acuerdo con los datos de este análisis, el número de personas mayores con permiso de conducir en España ha aumentado en un millón entre 2001 y 2011. “Y la proyección indica que pasaremos a 6,1 millones en el año 2030, cuatro millones de hombres y 2,1, de mujeres”, arroja el análisis del club de automovilistas catalán. De ellos, el 95% afirma disponer de vehículo propio.
La repercusión del aumento del porcentaje de conductores mayores “será indudable”, argumenta la Fiscalía de Seguridad Vial. Según sus cálculos, el 30% de los conductores tendrá en 2050 entre 70 y 75 años. “Desde el punto de vista científico, nuestra sociedad debe hacer un esfuerzo por conocer cómo son y por qué se producen los mecanismos del envejecimiento, y en lo que afecta a la seguridad vial, empezar a diseñar respuestas sanitarias y jurídicas”, explica en las Memorias 2013.
La legislación ya prevé situaciones en las que el titular del permiso de conducir pierde las aptitudes psicofísicas necesarias para manejar vehículos de motor. Tanto la Ley de Tráfico y Seguridad Vial como el Reglamento general de circulación regulan para estos supuestos un procedimiento dirigido a retirar el carné a quienes han perdido las facultades necesarias para conducir.
A partir de los 65 años, el permiso de conducir del tipo B —el carné para turismos— se renueva cada cinco años, un periodo superior al de otros países, como Nueva Zelanda, donde la renovación es cada dos.
“Los centros de reconocimiento que hacen los exámenes psicotécnicos están hoy día muy controlados”, asegura el fiscal de seguridad vial, Bartolomé Vargas. Sin embargo, a pesar de ello, “a veces nos vienen a la fiscalía familias preocupadísimas a preguntarnos qué pueden hacer para conseguir que sus padres o sus abuelos dejen de conducir, porque ya no pueden seguir conduciendo, pero no quieren dejar de hacerlo”, explica Vargas.
En situaciones como esta, cuando el examen psicotécnico no ha detectado la pérdida de facultades para continuar al volante o cuando todavía no han pasado cinco años para someterse a un nuevo examen, se puede acudir a la Jefatura Provincial de Tráfico para solicitar un reconocimiento del conductor mayor y comprobar así si conserva las capacidades psicofísicas adecuadas.
Pero la fiscalía de seguridad vial impulsa desde 2010 un protocolo para abordar nuevas vías de actuación con la implicación de los médicos de familia, que podrán comunicar a las jefaturas provinciales de Tráfico que un paciente no puede conducir por una enfermedad transitoria o permanente o por estar tomando alguna medicación. “Es un procedimiento que hay que regular muy bien para que no entre en conflicto con el derecho de protección de los datos del paciente”, explican fuentes de la fiscalía.
El objetivo del proyecto es esclarecer cuál es el perfil de los conductores mayores con un deterioro de su capacidad cognitiva en relación con la conducción, fijar un parámetro en los exámenes psicotécnicos para establecer si es preciso un estudio más pormenorizado e identificar los rasgos neuropsicológicos y neurológicos que caracterizan a quienes tienen más probabilidad de desarrollar una demencia y que, por tanto, serían buenos candidatos a abandonar la conducción, según rezan las Memorias 2013 de la fiscalía.
Los primeros ensayos se han realizado en la unidad de demencias del hospital Clínico Universitario Virgen de la Arrixaca (HCUVA) de Murcia, dirigido por la doctora Carmen Antúnez Almagro, que ha presentado sus conclusiones en el estudio Capacidad de conducción en personas mayores sanas y con deterioro cognitivo leve (DCL). De acuerdo con la investigación, sufren DCL las personas de la tercera edad que presentan un grado de deterioro que, sin afectar significativamente a la capacidad funcional, es superior a lo esperado por la edad. Entre ellas, hay un subgrupo con riesgo de desarrollar demencias.
“El acto de conducción es una habilidad compleja que exige el correcto funcionamiento de diversas funciones cognitivas, como la atención sostenida a lo que sucede en nuestro entorno, adecuada capacidad de procesamiento de información, concentración, memoria y control de impulsos, así como buena capacidad perceptiva”, subraya el estudio. Pero el problema para los conductores más mayores aparece “por el deterioro lógico de algunas capacidades y el exceso de confianza por los años de práctica”.
Sin embargo, el análisis destaca que “no hay consenso entre los expertos en la actitud a tomar ante el deterioro cognitivo leve”. El debate científico y jurídico radica en si se debe retirar o no el permiso de conducir a los pacientes tras el diagnóstico, ya que, según el estudio, “no existen pruebas estándar para determinar si una persona con deterioro cognitivo está capacitada para conducir con seguridad”.
Según las investigaciones de la doctora Antúnez, en los comienzos del proceso, el conductor puede seguir siendo totalmente seguro al volante de vehículos de motor, ya que muchas personas con DCL no empeoran. De ahí la dificultad de establecer cuándo se puede dejar de conducir, especialmente cuando los mayores de 65 años son más activos que nunca.
“La tercera edad en los países desarrollados se vive cada vez de una manera más activa y con más necesidades de movilidad relacionadas, no solo con la satisfacción de las necesidades básicas, sino también con una creciente demanda de servicios, ocio, cultura y relaciones sociales”, sostienen desde el RACC. Es decir, que cumplir 65 años “no significa un cambio radical e inmediato en los estilos de vida y en la movilidad cotidiana”. Y, más aún, cuando la esperanza de vida en España es de una media de 82 años —79 para los hombres y 85 para las mujeres—.
El estudio del RACC Mayores al volante desvela que las personas con más de 65 años que tienen carné de conducir “declaran un mejor estado de salud y un nivel educativo superior al de la media del colectivo global de mayores”.
Y el 65% de ellos tienen la intención de seguir conduciendo. Por eso es importante, según el RACC, adaptar los vehículos a sus necesidades, por ejemplo, con la instalación de reguladores de velocidad, cambios automáticos y dispositivos de ayuda al aparcamiento. Otras de las demandas que ha detectado el estudio del club de automovilistas es la “simplificación de la señalización en la carretera” para facilitar la reacción con rapidez.
También los mayores deben tomar sus precauciones. Todos los expertos coinciden en recomendaciones lógicas, como intentar circular en horas diurnas, evitar las condiciones meteorológicas adversas y las horas punta, vigilar las medicinas que se toman por si alguna afecta a la conducción y descansar durante los viajes largos.
“Garantizar la movilidad segura de las personas mayores no es solo invertir en su calidad de vida, sino que debe ser una inversión estratégica”, advierte el RACC. Porque, según las previsiones, en no demasiado tiempo, en España “una de cada tres personas será mayor”.
Fuente: Elpais.com (30/12/13)
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