Calle de Castillejos de Barcelona. Joaquín García y Julio Hermida charlan pese al ruido de los coches. En la acera opuesta, se encuentra una cafetería especial: solo se paga por el tiempo que se permanece dentro, no por lo que se toma. Es el primer establecimiento de este tipo que conocen. Y, como tantos otros vecinos del barrio, a García, de 19 años, y Hermida, de 22, les sorprende que uno tenga que hurgar en su cartera en función de si está allí 30 minutos, o una hora entera. “No sabíamos que esto existiera”, reconocen.
Los cafés por minutos, comunes en Reino Unido y Rusia, se caracterizan porque sus clientes solo pagan por el tiempo que permanecen ahí dentro. En el caso de Tactic Café, que lleva unas semanas abierto, el precio es de seis céntimos al minuto. Este diario no ha podido encontrar ningún otro sitio parecido en Barcelona. Y, de hecho, sus fundadores son rusos.
La idea es que es un anticafé. Simplemente somos una zona de relax. Desconectas»
¿Cómo se les ocurrió la idea? Darya Pantyukhina, una de sus fundadoras, de 24 años, explica que casi fue por casualidad: “Empezamos con una Escape Room [juego en el que el objetivo consiste en escaparse de una habitación], porque nos gusta. Pero alquilamos un local muy grande, y pensamos que se podría hacer también esto”. “Los que hicimos esto somos de Rusia. Y allí se hizo tan famoso el modelo de time café [por minutos], que pensamos que se podía hacer aquí”, añade.
¿Pagar por el tiempo no puede hacer que los clientes se queden por poco rato? Irina Dyraeva, trabajadora del establecimiento, discrepa: “A la gente le puede parecer raro esto, pero cuando vas a un bar, ¿qué haces? Estás obligado a sentarte y ya está. Aquí en cambio tomas un café, ofrecemos bollos… y puedes jugar un juego de mesa, y pasártelo mejor que un bar. Es totalmente diferente. La idea es que es un anticafé. Simplemente somos una zona de relax. Desconectas”. El local es self service. Los clientes, que solo pueden tomar “bebidas sin alcohol”, pagan, como máximo, por tres horas de estancia, añade Dyraeva, de 20 años. Más allá, pueden permanecer el tiempo que quieran sin que suba la factura.
El perfil de los clientes es diverso. Desde estudiantes hasta “gente que viene a trabajar” y “empresas que hacen talleres de formación”. O incluso grupos que se reúnen para alquilar la sala de cine que hay en el establecimiento. Y, si el café estaba pensado para clientes entre la veintena y la treintena, Irina celebra que “al final ha venido gente de 30 y 40 años a jugar”.
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